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Las unidades de estado sólido o SSD (Solid State Drive) son una alternativa a los discos duros. La gran diferencia es que mientras los discos duros utilizan componentes mecánicos que se mueven, las SSD almacenan los archivos en microchips con memorias flash interconectadas entre sí. Por lo tanto, casi podríamos considerarlos como una evolución de las memorias USB.

Los SSD suelen utilizar memorias flash basadas en NAND, que como también son no-volátiles mantienen la información almacenada cuando el disco se desconecta. No tienen cabezales físicos para grabar los datos, en su lugar incluyen un procesador integrado para realizar operaciones relacionadas con la lectura y escritura de datos.

¿Qué disco duro elegir?

Si sueles descargar muchos contenidos de Internet y necesitas grandes cantidades de almacenamiento, o si cuentas con un presupuesto bajo, lo recomendado es que sigas recurriendo a los HDD. También son un buen recurso para los discos duros externos, donde suele primar la capacidad de almacenamiento por encima de la velocidad.

En cambio los SSD son recomendables si quieres tener un ordenador mucho más rápido. De hecho, su velocidad puede hacer que un PC con algunos años vaya mucho más rápido sin tener que invertir en otros componentes. También es recomendado si sueles trabajar en la edición de contenidos multimedia o eres un amante de los videojuegos, ya que los procesos de carga se acelerarán gracias a ellos.

En la mayoría de los casos sin embargo lo recomendable es combinar ambos tipos de disco duro. En una torre doméstica, por ejemplo, puedes utilizar un SSD en el disco C: para instalar allí el sistema operativo y que vaya todo más rápido. Lo acompañas de un HDD como disco secundario y tendrás una unidad perfecta en la que almacenar todos los archivos pesados que tengas en el ordenador.